HABLILLAS
Por: José Ángel Parra M.
En otros tiempos era innecesario recurrir a la calculadora. La autoridad, frente a rivales de la zona, era absoluta y las quejas estaban entonces en el hecho de no tener un roce internacional frente a rivales de Sudamérica o de Europa. El otro día escuchamos, con pena, el repertorio de excusas del Chucky Hirving Lozano. Según él, la cancha del estadio Nacional Chelato Uclés se encontraba en mal estado, cuando, por lo que se ve, se halla en mejores condiciones que la del mismísimo Coloso de Santa Úrsula. Y también se aventó la puntada de argumentar que a muchos de sus compañeros les faltaba competir en plazas de Centroamérica. Lo que para algunos críticos es incómodo y hasta innecesario enfrentar a las escuadras de la Concacaf, ahora resulta que los jugadores no están preparados para esta clase de partidos.
Desde luego que muchos imaginamos una remontada frente a los catrachos -lo cual no sería nada sensacional, sino completamente normal-, pero tampoco suena nada extraño que los verdes efectúen otro de sus desventurados papelazos -muchos equiparables a los del Cruz Azul-. Un gol del rival obligaría a México a conseguir cuatro dianas, por aquello del tanto de visitante. Y aunque la Selección Nacional aún no estaría fuera de la Copa América, evidentemente condicionaría la permanencia de Jaime Lozano en el timón Tricolor.
En este escenario comenzarían a pelotear nombres, porque de aquí a marzo tendrían tiempo para encarar la próxima fecha FIFA en pos del pase a dicho certamen. Sin embargo, ¿cómo le van a hacer cuando les toque frente a Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia, entre un largo etcétera, si libran la repesca y consiguen estar entre los seis clasificados de Concacaf?
Pero para llegar a todos estos supuestos basta reconocer que las cosas se han hecho mal, a nivel directivo, durante muchos años: los errores cometidos tanto en la Liga MX, como en la formación de jugadores, y el negocio de centralizar la competencia en Estados Unidos, al tiempo de cortar todos los caminos de contender contra otras Ligas y torneos importantes, obligan a que México ya no juegue con la personalidad de procesos anteriores. Por eso tampoco ilusiona a nadie ver a una Selección con jugadores “europeos” o con refuerzos naturalizados, pero sin futbol y carente de ambición.