martes, mayo 13, 2025
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DOS SEMANAS SIN PAPA PARA PREPARAR CÓNCLAVE.

En Roma, el tiempo tiene otra cadencia. Los relojes siguen corriendo, pero todo parece ralentizarse cuando el trono de Pedro queda vacío. Son días en los que la Ciudad del Vaticano respira hondo, se guarda en sí misma y se prepara, como lo ha hecho tantas veces en su historia, para elegir a un nuevo pastor.

Desde la Plaza de San Pedro, los peregrinos observan ese cielo romano de abril —ni del todo azul, ni del todo gris— y se preguntan, tal vez en voz baja, quién vendrá ahora. ¿Un reformista? ¿Un teólogo tradicional? ¿Alguien inesperado, venido del sur global, como ya sucedió una vez?

Cuando muere un Papa, se activa un protocolo muy preciso que combina tradición, liturgia y organización práctica. El proceso hasta el cónclave, incluyendo cambios que introdujo Francisco:

Tras la muerte del Papa el Vaticano entra en una especie de pausa solemne. No hay audiencias, no hay encíclicas, no hay bendiciones Urbi et Orbi. Solo el silencio ceremonioso de los días que separan la historia de un pontificado del inicio de otro.

El Camerlengo sella los aposentos del Papa saliente, se verifica la ausencia del anillo del pescador, se apagan escudos, se baja la voz, el mundo católico entero entra en un compás de espera, se calcula el tiempo: quince días para convocar a los cardenales, quince días de puertas cerradas y murmullos abiertos.

Mientras tanto, en los pasillos vaticanos, se cruzan miradas, se hacen llamadas discretas, se repasan nombres. La palabra “cónclave” —con su raíz en el latín cum clave, encerrados con llave— empieza a pesar más que cualquier homilía. Porque ahí dentro, en la Capilla Sixtina, se jugará no solo el destino del papado, sino también la dirección espiritual y política de más de mil millones de personas.

Y fuera, el mundo observa. Unos con fe, otros con suspicacia, muchos con simple curiosidad. Porque, aunque no sean católicos, todos entienden que la silla vacía en Roma nunca es un vacío cualquiera.

Tomado de: SIN MAS

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