Por: José Ángel Parra M.

HOTEL DE PASO

Hace algunos lustros, Enrique Mylius, un ex banquero alemán, matrimoniado con la escritora mexicana, Sandra Sabanero, comparaba, cual sociólogo experto, el comportamiento de sus paisanos con el nuestro, en determinadas circunstancias. Describía, por ejemplo, cuál sería la reacción de algún tudesco si lo invitas a una fiesta.

“Si un alemán no puede acudir a la reunión, te lo dice sin titubeos”, relataba. La respuesta puede parecer un rechazo, pero no lo es. Sólo te hace saber que no le va a ser posible. Pero si la contestación es favorable, “da por hecho que asistirá”.

La cosa cambia entre los mexicanos, a decir de Mylius. “Todos te dicen que sí, pero entonces tienes que hacerle al psicólogo para saber quiénes realmente asistirán a tu cena”, explicaba Enrique en aquella ocasión. “Si lo ves entusiasmado, ese va. Pero si ves que duda, quizá no lo haga”. Y hay un tercer caso: “Aquel que te dice, ‘ah, sí, cómo no’. Ese no va”, argumentaba convencido.

El relato de Henry es comparable a lo que sucedió en el Abierto Mexicano de Tenis. El ibérico Carlos Alcaraz, atrevido a la hora de encarar a sus oponentes, no se animó a advertir que no competiría. Eso sí, garantizó su presencia en Acapulco y, de hecho, cumplió, aunque siempre en calidad de vacacionista.

En su país conocían el itinerario del murciano: Buenos Aires, Río o México, Indian Wells y Miami. Así que, cuando embarcó rumbo a Brasil, ya se sabía que tomaría la siguiente semana de reposo antes de viajar a California.

La pregunta es: ¿por qué no decirlo aquí desde un principio? Justo el día que debía jugar en Acapulco, Alcaraz confirmó su malestar en los isquiotibiales. El punto es que el ibérico sí estará en Indian Wells. Sí, como estaba previsto. Para colmo, Carlos y el británico Cameron Norrie siguieron el mismo calendario, y hasta se midieron en las dos finales sudamericanas. En consecuencia, Norrie también se bajó, y el afectado fue el torneo mexicano, así como los seguidores del deporte blanco. Por eso, a nadie sorprendió el abucheo, cuando Álvaro Falla, director del AMT, hizo uso de la palabra al término de la final, conquistada por Alex de Miñaur. La lección aprendida es evitar que el certamen mexicano se convierta en un centro turístico, al que los invitados contesten: “Cómo no, yo voy”. Se requiere seriedad, respeto y no simples promesas incumplidas.